Esta semana termina con el debate que abrió el nuevo alcalde de Bogota Gustavo Petro sobre su desacuerdo con las corridas de toros y el no patrocinio por parte del gobierno municipal a estos espectáculos.
Bueno, comienzo por decir que de ser bogotano no hubiese votado por Petro a la alcaldía, ni lo hice como candidato presidencial, pero que en esta oportunidad me encuentro totalmente de acuerdo con su decisión. No faltará el “genio” que al comentar esta nota me tilde de ignorante y me mande a leer sobre tauromaquia, pero siempre me ha causado malestar estomacal ver como unos personajes vestidos de forma medieval y medio ridícula, se hacen llamar héroes por torturar a un animal al que durante el show le van disminuyendo sus fuerzas con banderillas, picadas y al final le clavan una espada en el corazón mirando con entusiasmo y ansiedad que muera para ser sacados en hombros y aplaudidos.
Mi padre, mas por influencia de su grupo de amigos (que eran de otras tierras) nos llevaba de niños a mis hermanos y a mí, a las corridas de la plaza de toros de Cartagena, y entre mis lejanos recuerdos quedan, la imagen de Pacheco narrando desde la tribuna emocionado, así como la de un toro botando sangre por la boca con la angustia de sentir a miles de personas dando alaridos de emoción al verlo morir lentamente.
Cuando se trata de justificar, los amantes de estas torturas, dicen que es peor lo que hacen en los mataderos, pero no tiene comparación cuando por cuestiones de la cadena alimenticia sacrificamos a un animal para nuestra propia supervivencia y lo más importante, ese sacrificio no es un show ni motivo de emoción, ni se cobran entradas para hacer de esta necesidad, un espectáculo.
El toreo es una tradición netamente Española, lo que en mi caso hace que le tenga aún menos cariño, no porque tenga algo en contra de la actual España, sino recordar que esas tradiciones fueron impuestas con sangre, así como nos impusieron muchas otras cosas que no voy a nombrar para no herir susceptibilidades, pero que son la herencia de esa época de saqueo, violaciones y exterminio como fue la época de la Colonia.
Las plazas de toros, como la Santamaría de Bogota, y la de Cartagena, son obras arquitectónicas hermosas, que permiten múltiples usos, como por ejemplo el que se le ha dado últimamente a algunas de adaptarlas como escenarios para deportes como el tenis.
Me parece menos injusto las corralejas, a pesar de que tampoco me gustan porque también está alimentada por la ignorancia y la necesidad de quien se expone, porque en este caso, algún borracho se le mete al toro desarmado y así uno contra uno vemos quien sale perdiendo. Mientras que en las corridas de toros el agredido es el toro, un animal que no busco estar ahí, que es provocado, herido y maltratado durante el show, por eso, cuando el toro logra clavarle sus cuernos a un “Matador” como orgullosa y desvergonzadamente se hacen llamar, se puede decir que se hace justicia porque el toro está actuando en legítima defensa de su vida
Hoy más que nunca le doy gracias a Dios por haber nacido en una ciudad con poca influencia española, donde el único show que hay alrededor de la muerte es el baile del garabato heredado también de la época colonial, pero esta vez como un legado de nuestros negros al lograr derrotar a la muerte que se impuso en esas gestas, a punta de tambor
@RICARDOPALACI