El día de ayer renuncio a su
pontificado Joseph Ratzinger, un hecho
que no ocurría hacia 600 años, y es que resulta realmente una situación difícil de
asimilar, que alguien que maneje tanto poder, no solo dentro de su institución
religiosa sino en entornos mundiales como el político, deje por su propia
voluntad tal designación
El punto que hoy quiero tocar es
el de la valentía que demostró el pastor alemán, no solo por la renuncia en sí misma,
sino por las razones que la motivaron. El argumento que él aduce son faltas de
fuerzas por su edad, aunque es de conocimiento público que hay razones más de fondo,
como lo son las intrigas y mafias que se manejan al interior del vaticano y que
tiene como tema más álgido el del encubrimiento a los pederastas. Pues bueno,
ya sea la razón que él da para su
partida o la otra razón que cito, en ambos casos es de admirar la sensatez que demostró al confesar que la situación
salía de su control y que cedía el turno
a alguien con más fortaleza para capitanear el barco.
Ya quisiéramos muchos, que un
gobernante de los nuestros, reconociera que aun sin haber cumplido su periodo
institucional, le este quedando grande su responsabilidad pública y que no está en capacidades de responder con la
altura requerida para cumplirle a sus gobernados, pero lo que sucede en
realidad es todo lo contrario, sobre todo en nuestra región latinoamericana
donde tanto nos ufanamos de ser los más católicos
del mundo, pero es donde los lideres mas
se atornillan a sus asientos y ni aun con incapacidades definitivas asumen que
deben retirarse.
En Colombia por ejemplo, el que
para mi gusto ha sido un presidente que pudo quedar en la historia como un héroe
que le quebró el espinazo a una tradición de impotencia del estado ante la subversión
y por tanto logro recuperar la confianza , la inversión y muchos otros factores
que dependían del asunto de orden público, termino afectando su propia imagen y
corrompiendo varios sectores del estado por su ambición de permanecer en el
poder un tercer periodo, y aun afuera no
se resigna a no seguir influyendo y recurre a su popularidad para por medio de
twiter entorpecer al gobernante de turno.
Rafael correa en ecuador, los Kirchner
en argentina y ortega en Nicaragua, hacen parte de esta generación de
presidentes de las que ya empezamos a perder la cuenta de hace cuanto están en
sus sillas reales, utilizando el poder de gobernantes para lograr reelegirse
por el tiempo que les plazca
Pero el campeón en estas lides es
sin duda alguna el Comandante Hugo Chávez ( que aun no se sabe si descansa en paz o
no) quien logro monopolizar el poder en Venezuela, acabando
con la división de los poderes públicos, reformando la constitución a su antojo
y utilizando los dineros del estado ( casi todos de la producción petrolera) para volver cada vez más dependientes al
pueblo que gobierna de su generosidad,
para subsidiarle la mayoría de sus necesidades básicas y así poder
manipular la voluntad de la mayoría y
eternizarse en el cargo.
Pero como dice la canción, nadie
es eterno en el mundo, y la salud le arrebató a Chávez lo que la política no
pudo, y es su capacidad de seguir gobernando, y ni aun así asomó la sensatez de
la que hoy estoy reconociendo en el ultimo papa.
Es posible que existan otras
razones además de las conocidas para que el papa renunciara, pero ante la opinión
pública(por lo menos la mía) su renuncia fue un acto de valor y un ejemplo a
seguir, no porque crea que uno debe renunciar
a la primera dificultad, por el contrario, creo que hay que luchar hasta
el momento en el que en vez de ser parte de la solución te conviertas en parte
del problema, ahí, en ese momento es de valientes darle el lugar a quien venga
con un nuevo paradigma.
En este ejercicio de comparación de
religión y política (dos temas tan espinosos) seguramente la asamblea de Venezuela
encontrara una oportunidad de
solicitarle a la santa sede que cuando se reconozca el fallecimiento del
comandante Chávez, lo canonicen, de esa manera podrá desde su altar, seguir
realizando milagritos a sus seguidores y por qué no expropiando a uno que otro
pitiyanqui que no le prenda su respectiva veladora obedientemente.
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